Tu capacidad de influir sobre
otros no está determinada tan sólo por cuántos seguidores tienes en Twitter: tu
capital social tiene mucho más que ver.
En sociología, se entiende por
"capital social" la variable que mide la colaboración entre
individuos y grupos de un colectivo formado por personas, y la derivación o
generación de oportunidades a partir de esta colaboración. Es decir, el capital
social mide los aspectos que contribuyen a la creación y aprovechamiento de
oportunidades en base a interacciones surgidas de relaciones sociales. Las
redes sociales, en su acepción original -estructuras sociales compuestas por un
grupo de actores- y las interacciones que en ellas se generan derivan una serie
de factores (confianza, afecto, respeto) que determinan la "cantidad"
de capital social que existe en una determinada red.
El análisis de redes sociales y
la teoría de redes analizan estas relaciones, incluyendo aspectos como la forma
en que el todo influye sobre las partes, el papel de los "nodos"
(entidades o individuos) y de los "enlaces" (las relaciones entre
éstos). La estructura y modo en que estén formadas las redes a las que
pertenecemos determina un cierto tipo de poder o influencia, que es la
capacidad de utilizar nuestro capital social con miras a una meta u objetivo
determinado. Del mismo modo que otros tipos de capital (como el económico) se
constituyen en recursos que pueden ser invertidos, el capital social es un
valor con características negativas o positivas que pueden influir en muchos
otros aspectos de nuestras relaciones.
EL CAPITAL SOCIAL EN LA ERA DE INTERNET
Más de una década atrás, se
consideraba a Internet un factor altamente aislante que inducía la pérdida de
capital social, puesto que, desde el punto de vista de los investigadores, los
individuos invertían grandes cantidades de tiempo en actividades
fundamentalmente solitarias, tiempo que podrían invertir en interacciones con
otras personas. Con el auge de los servicios de redes sociales, la opinión
contraria prevaleció: es ampliamente aceptado que plataformas como Facebook o
Twitter contribuyen a la creación, mantenimiento y contacto de ciertos tipos de
redes, algunas de las cuales no existirían o habrían desaparecido en ausencia
de estas plataformas (vínculos con personas que solían ser compañeros de
trabajos anteriores, o amigos y familiares que ahora viven en el extranjero).
Los marcos teóricos creados en
sociología previamente al auge de internet resultaron difíciles de adaptar a la
noción de capital social en la era digital. Ciertas definiciones, como las
interacciones surgidas a partir de la televisión, eran de plano inaplicables al
tipo de relaciones que comenzamos a generar en redes no mediadas y donde las
interacciones eran fundamentalmente simétricas.
No obstante, la noción de capital
social responde a conceptos de oportunidades generadas. Es inevitable, para
cualquiera que haya pasado suficiente tiempo en Internet, saber que
potencialmente la red encierra un sinnúmero de posibilidades, como el
crowdsourcing de información, el crowdfunding para nuevos proyectos, o
capacidades de respuesta inmediata para casos de desastres naturales, para
recaudar información, ayuda y respuesta inmediata a circunstancias no
previstas. No obstante, la capacidad de capitalizar en estas posibilidades
varía mucho de individuo a individuo, y esta variación se debe precisamente a
las características de sus redes y a la cantidad de capital social que haya
logrado acumular previamente ese individuo.
Los mecanismos de medición de
capital social son mucho más complejos que un simple índice Klout.
No se
trata únicamente de la cantidad de seguidores que tenemos en Twitter, sino de
la cantidad y calidad de las interacciones que tengamos con ellos y del nivel
de confianza que éstos hayan depositado en nosotros.
Sabemos bien que
es, no sólo posible, sino frecuente, seguir a alguien "irónicamente"
o a manera de burla, sin que eso signifique que permitimos que su mensaje nos
cale o que repliquemos esos mensajes a nuestras propias redes. Es en estos
factores, la confianza y el afecto, donde se determina la fortaleza o debilidad
de nuestros vínculos, y en última instancia la calidad de nuestro capital
social.
Si nos detenemos a pensar en la
brecha tecnológica, el capital social es un factor más entre tantos que se
encuentran distribuidos inequitativamente: tener acceso a ciertas posibilidades
de creación y crecimiento de capital social es un privilegio marcado, mucho más
accesible en países desarrollados que en sitios menos favorecidos. Por otra
parte, la posibilidad de manejar estos conceptos y comprender desde un punto de
vista teórico cómo se distribuye el capital social es también un privilegio en
sí mismo, uno que deberemos saber capitalizar y aprovechar para que nuestras
posibilidades de influir en otros no se pierdan en el vasto y confuso mundo que
es Internet.
Fuente:http://hipertextual.com/
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